En la última semana, decenas de migrantes centroamericanos han sido abandonados en Villahermosa y otras localidades del sur de México. Como Chinchilla, fueron arrestados en Estados Unidos, devueltos a México y trasladados a puntos fronterizos con Guatemala. A otros, el INM los agarró sin documentación en regla en estados norteños como Coahuila y, ante la imposibilidad de deportarlos, los trasladó al sur, donde también los dejó a su suerte.
Nunca en la historia México había recibido a migrantes de otros países deportados como si fueran mexicanos. Tampoco se había establecido una ruta de expulsión por la que Estados Unidos entrega a los centroamericanos en la frontera y México se encarga de regresarlos lo más cerca posible a sus países.
“Esto nunca había ocurrido. Es la primera vez que México es puerta abierta”, dice Tonatiuh Guillén, ex comisionado del Instituto Nacional de Migración (INM).
El presidente estadounidense, Donald Trump, la anunció como medida para prevenir el COVID-19. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Seguridad Interna (DHS por sus siglas en inglés) anunciaron el cierre de frontera para todo viaje “no esencial” debido a la pandemia. Dentro de este plan se incluyó la orden de dar la vuelta a todos aquellos que sean detenidos tratando de cruzar irregularmente la frontera. Antes estas personas eran arrestadas y se les abría un proceso legal. Ahora, directamente, son deportadas.
La orden tiene una validez de 30 días desde el momento en el que fue aprobada.
México respondió un día después a este anuncio. Según explicó el canciller, Marcelo Ebrard, no solo aceptaría a sus nacionales, sino que también iba a permitir que le entregasen a guatemaltecos, hondureños y salvadoreños. Las excepciones: solo se permitiría 100 devoluciones al día (de no mexicanos) y no se aceptarían menores no acompañados, personas con síntomas de enfermedad y ancianos.
En un comunicado, la secretaría de Relaciones Exteriores dijo que buscaría acomodo legal para ellos. Nunca anunció que se convertiría en la segunda parte de una deportación a plazos.
Según la página web de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés), en marzo fueron devueltos por la frontera sur de Estados Unidos 6 mil 306 extranjeros, sin especificar si eran mexicanos o centroamericanos. Desde entonces, la cifra ha aumentado y una información de la agencia AP hablaba ya de 10 mil deportados siguiendo esta fórmula.
El modelo de devolución a México ya se ensayó con el Programa de Protección al Migrante (MPP en sus siglas en inglés, o “Remain in México”), por el que los solicitantes de asilo en Estados Unidos son devueltos al sur para esperar sus procesos legales. Solo en 2019 más de 60 mil personas fueron retornadas por esta vía, que ha quedado congelada debido a la pandemia.
En este caso, sin embargo, existen diferencias fundamentales. Los retornados por el programa MPP eran reconocidos como solicitantes de asilo y esperaban en libertad su cita con las autoridades estadounidenses. En este caso, los devueltos por EU no son personas que piden protección y aguardan poder convencer a un juez. Son deportados a los que nadie ha dado siquiera la oportunidad de reclamar refugio y a los que México trata de la misma manera que Washington: como migrantes irregulares a los que quiere expulsar.
“Es una decisión que viola el derecho al asilo y a un debido proceso. México está siendo cómplice de unos métodos que violan derechos”, dijo Soraya Vázquez, abogada de Families Belong Together, una organización de Tijuana que trabaja con migrantes en ambos lados de la frontera.
Estados Unidos sí ofrece, aunque con cuentagotas, datos sobre cuántas personas están siendo devueltas al sur. México, sin embargo, se niega a reconocer cuántas personas ha trasladado al sur. Fuentes de esta institución indicaron que los autobuses son los mismos que ya funcionaban cuando se puso en marcha el programa MPP.
De este modo, solicitantes de asilo recién retornados de Estados Unidos terminaban a más de 2 mil kilómetros del lugar en el que tenían su cita con el juez. En ese momento, funcionarios del gobierno mexicano argumentaron que era un modo de salvaguardar la integridad de los extranjeros, ya que eran abandonados en municipios con gran presencia del crimen organizado y donde se han registrado secuestros.
Por un lado, están quienes, fueron detenidos por Estados Unidos y entregados al INM, que los llevó al sur encerrados. Una vez en Villahermosa, decenas fueron liberados con un documento que permite la estancia legal para 90 días. Los migrantes recibieron el aviso verbal de que no podían tratar de regresar al norte, pero en el documento no viene registrado esta advertencia. Según varios de los desplazados, no se les ofreció cubrebocas ni gel ni ningún elemento de protección frente al COVID-19.
Por otro, se han fletado autobuses directos a Ciudad Hidalgo, Chiapas, en los que viajan personas a los que se entrega una “orden definitiva de salida del país”. El documento precisa que una vez llegado a la frontera con Guatemala, al extranjero no se le solicitará más requisito que “identificación estadística”.
Además, organizaciones civiles han documentado que el INM ha enviado autobuses desde el norte hasta algún punto de la frontera con Guatemala para, posteriormente, abandonar ahí a los migrantes.
Así lo denunció el miércoles el padre Juan Luis Carbajal Tejada, secretario ejecutivo de la Pastoral de Movilidad Humana de Guatemala, quien denunció a través de un post en Facebook que “el INM ha dejado a tiradas a cerca de 70 personas de origen hondureño en la frontera entre Tabasco y Petén”. Días antes, autobuses trataron de dejar a unos 400 migrantes en la frontera de Talismán. Finalmente, fueron trasladados a la estación Siglo XXI, en Tapachula, Chiapas. De ahí fueron liberados.
El problema en la frontera sur es que Guatemala, que ha decretado toque de queda por la pandemia, ha cerrado el paso y solo está permitiendo el tránsito de sus connacionales. O, al menos, de algunos de ellos, los que llegan en autobuses del INM. Esto ha provocado que haya migrantes salvadoreños y hondureños que hayan tratado de cruzar a través del monte hacia sus países. Es decir, volver a convertirse en ilegales, esta vez, en su camino de regreso.
Además, cada vez hay menos estancias en las que quedarse. Los albergues, tanto en el norte como en el sur, están cerrando por falta de medios para prevenir el COVID-19.
El hecho de que decenas hayan sido liberadas de la estación migratoria de Villahermosa lleva a pensar que el INM tampoco cuenta con mecanismos para proteger a las personas que encierra. El 1 de abril, un solicitante de asilo guatemalteco murió tras un motín en el centro de detención de Tenosique y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) reconoció que la instalación no contaba con las condiciones básicas para garantizar los derechos de los internos.
Cada vez hay menos opciones para migrantes y solicitantes de asilo, que han sido doblemente deportados y se encuentran en las condiciones más vulnerables ante la propagación de la pandemia.
Quienes no se han aventado a cruzar por el monte aguardan en los pocos albergues que quedan abiertos. Es el caso de Santos Joel Méndez, de 38 años y Mata la Plata, en Santa Bárbara, Honduras. Actualmente espera en Salto de Agua, Chiapas, “que nos abran la frontera”.
Dice el hombre que fue uno de los 13 mil beneficiarios de una tarjeta de residente por motivos humanitarios que el gobierno mexicano ofreció a los integrantes de la caravana que llegó a la frontera el 18 de enero de 2019, cuando Andrés Manuel López Obrador llegó al poder y prometió una política humanitaria con los migrantes.
Después de un año residiendo sin problemas en México, a su permiso le ocurrió lo que, a las promesas de Obrador a los migrantes, que caducó. Así que fue arrestado hace una semana mientras trabajaba en Piedras Negras, Coahuila. Denuncia haber sufrido golpes e insultos por funcionarios del INM. Obligado a perder su empleo y ya con la mitad del tránsito hacia su casa hecho, solo pide ayuda para desandar el camino y abrazar a su esposa y sus dos hijos.